Durante toda la Historia los humanos hemos tratado de matarnos de cientos de formas como ya sabemos pero desde mi punto de vista la menos humana es el arma química.
Esa muerte que llega de forma silenciosa sin saber quién te ataca sin posibilidad de luchar contra ella, un arma que elimina todo elemento épico o heroico a la guerra, matar de forma indiscriminada sin apenas control de su alcance.
Aunque ya sabemos que desde la antigüedad (asedio de Platea) los humanos usaron sus conocimientos químicos en el combate, no sería hasta
la Primera Guerra Mundial cuando los
gases venenosos se usaron en masa.
El rápido avance alemán fue detenido por los aliados dando lugar a una lucha de posiciones conocida como la “guerra de trincheras” en la que el avance de pocos metros implicaba el sacrificio de miles de soldados...
La evolución de la industria había producido gran números de sustancias
químicas que podrían ser utilizadas
como armas, tradicionalmente se clasifican como irritantes lacrimógenos
y los venenosos o letales.
Serían los franceses los primeros
en emplear gases lacrimógenos en este
conflicto, exactamente Bromuro de Xililo envasado en granadas de mano en
agosto de 1914.
Posteriormente en octubre los germanos lanzaron obuses con irritantes en Neuve Chapelle pero debido a la escasa concentración apenas
fue percibido por los infantes franceses.
El 3 de enero de 1915 en el frente
oriental durante la batalla de Bolimov
los alemanes lanzaron cerca de 18.000
proyectiles cargados de bromuro de xililo pero debido a las bajas temperaturas el gas se congelo por lo que el ataque se puede considerar un gran fracaso táctico al no tener en cuenta el punto de solidificación del gas.
Pero sería el 22 de abril de 1915 cuando se emplearía por primera vez gases venenosos, exactamente cloro.
Este elemento conocido también como
Bertholita o oximuriático se encuentra
combinado con otros en la naturaleza y
se puede extraer mediante electrolisis,
en la industria textil se obtiene a grandes cantidades como un subproducto de los tintes de la empresa
IG Farben.
El ingeniero Fritz Haber, futuro premio nobel por la síntesis del amoniaco, en colaboración con la IG Farben desarrollarían el método para emplear el cloro como arma, el gas almacenado en cilindros que sería liberado y empujado por el viento hacia las líneas enemigas.
Pese a que un desertor alemán avisó a
los aliados del futuro uso de gas venenoso, el estado mayor no creyó que
los alemanes incumplieran el Convenio
de la Haya de 1907 que prohibía el uso
de estas armas.
Los alemanes deseaban romper las líneas aliadas cerca de la ciudad belga de Ypres, exactamente en la localidad de Langemarck . Las trincheras francesas estaban defendidas por tropas coloniales francesas, sería una coincidencia o un plan premeditado probar el arma con esta unidad no se
sabe.
A las 17:00 aprovechando una ligera brisa del este se abrieron los 5.730 depósitos de cloro creando una niebla verdosa que sorprendería a las tropas indígenas.
Esa sorprendente nube con olor a piña y pimienta y con un fuerte sabor metálico como recuerdan los veteranos que producía dolor en la garganta hizo huir a los africanos que dejaron un vacio de 7 kilometros en el frente.
Pero esta oportunidad no fue aprovechada ya que los soldados alemanes temerosos del gas y sin refuerzos no avanzaron como se había previsto.
Se puede decir que el primer uso exitoso del gas no fue un gran éxito militar.
Pero se abrió la Caja de Pandora, ahora el gas se comenzó a usar por ambos bandos en una competición entre nuevos gases y nuevas mascaras para combatirlos todo ello produjo muerte y
dolor en un nuevo tipo de guerra sin honor o gloria.
Según los cálculos más generalizados se estima que unos 85.000 soldados murieron y 1.176.500 fueron afectados por gases, gran parte de ellos en el frente ruso, donde se había realizado el primer intento fallido.
Bibliografía:
"The Encyclopedia of warfare" Robin Cross. Folio
"Primera Guerra Mundial" Martin Gilbert.
Esfera de los Libros “El primer ataque con gas venenoso 22 de abril 1915” Francisco García Campa.
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